miércoles, 10 de agosto de 2011

Juicio

Desde hace muchos años, las mentes de millones de personas han sido sacudidas, deformadas y contaminadas día a día, a través de los canales de televisión, los cuales nos indujeron a aceptar el delito como una forma de vida admisible. Por un medio televisivo que no escatima esfuerzos y recursos, para bombardearnos con sus producciones nacionales e internacionales donde suele haber violaciones, seducciones, narcotraficantes.
La televisión, cuya misión es entretener, informar y educar, presenta un género, como es la telenovela la cual rara vez educa.  Sus tramas redundan en pintar  casos de adulterio, engaños, traiciones y también de miseria humana.
Si al menos se proyectaran las telenovelas para conocer la historia de los hombres y mujeres, así como de los países, serían un vínculo para culturizar a la masa.
Las telenovelas tienen su estructura modelo que es difícil de violar sin que fracase el proyecto. Sin ser copias de la realidad, se construyen a partir de esta. Son historias múltiples que giran básicamente en torno a un conflicto humano, muchas veces amoroso. En ellas  se encuentran los elementos de la tragedia clásica.
En  la realidad social tienen mucho más alcance porque son un producto de consumo continuo que inserta en la sociedad  mensajes,  vocabulario, comportamiento y forma de vida ajenas a nuestra idiosincrasia. Ese contraste de realidad virtual y vida real absorbe por medio de las pantallas la atención de los usuarios y usuarias, logra influenciarlas  imponiendo conductas, pensamientos y comportamientos.
Nuestra sociedad ha resultado ser víctima de esas influencias que forman parte de la globalización del pensamiento único que transplanta valores, modelos y conductas propias de otras sociedades y encuentra en los directivos  de los canales de televisión sus aliados naturales generando  estereotipos y antivalores.
Estos estereotipos imponen en la sociedad modos de vida, cánones de belleza, vestirse de acuerdo a la moda;  maneras de hablar determinadas  y limitan  los temas de conversación.
Los antivalores se han apoderado de las escenas, transmitiendo comportamientos depravados de los personajes en su entorno, tramas en las cuales  la familia pierde capacidad de mantener la educación que los padres, maestros, escuelas y/o centros educativos imparten  a los jóvenes.
Algunos de los  antivalores que enseñan los medios de comunicación, a través de las telenovelas, son: el racismo, el sexismo, el clasismo, así como la exaltación de vicios como el juego, drogas, tabaco, alcohol y excesos en materia de violencia y sexo.
Para ello han creado  dramáticos “juveniles”, que en vez de dar lecciones de valores  y buenas costumbres para colaborar con la educación de los jóvenes, más bien contribuyen al deterioro y a la malformación de la conducta, que los lleva  a preocuparse más por su belleza personal que  por lo que ocurre en su entorno, y los desvía hacia la violencia callejera, ajena a su rebeldía natural y búsqueda de la justicia ( un programa juvenil del canal del tigrito hay carajitos empatados de 13 años)
Por otra parte, hay que precisar  que la mayoría de la audiencia ha aprendido a disfrutar de la violencia, a consumirla como parte de su dieta cotidiana, a expresarse  a través de ella, y en eso radica lo más grave del problema, a imitarla.
Entonces ¿qué hacer con estos espectáculos salpicados de violencia en su temática? y  ¿cómo enfrentar la actitud de los prestadores que suelen preguntarse  lo que interesa a un mayor número  de personas, pero solo regidos por el interés comercial para sustentar el llamado “raiting”?.
A la gente le interesa lo que la conmueve, lo que la emociona y lo que la conmociona. La exacerbación de esas emociones es el camino más directo al beneficio económico, y por supuesto, dentro del abanico de sensaciones  y conmociones rentables están todas las formas de violencia, vicios y antivalores.
En consecuencia, se plantea como meta, hacer a las usuarias y usuarios  críticos ante estos mensajes que  de forma sutil o abierta afectan y trastocan nuestra realidad, envenenando la conciencia y haciendo creer, por ejemplo,  que el maltrato, los celos, la violencia y la dominación son la  auténtica forma de amar. Este propósito llevaría a tomar en consideración un cambio radical en la percepción del mensaje a partir del cual podemos entender lo que significan los excesos de la televisión, que implica educar al usuario ……… Date pues……¡ por ahí nos vemos…!    
 (*) Licenciado en Comunicación Social
Mención Desarrollo Social
Director emisora Océano 91.1 fm

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