Hace algún tiempo, mi ya fallecido padre, tenía un libro llamado ”Los Extremos se tocan” de Joaquín Trincado. Este libro estudia la historia del planeta tierra y del hombre desde su aparición y el balance que deberían tener las cosas. En su contenido decía que deben existir equilibrios en todo, tanto material, como espiritual, de sociedad, familiar, personal y ecológico sin llegar a los extremos, que por sí, pueden ser enfermizos.
Tricado, colocaba como ejemplo didáctico a la persona que come mucho (puede ser gula o bulimia) tiende a enfermarse por tan devoradora enfermedad; tocando también el otro extremo, como la persona que no come nada, tendiendo a morir de desnutrición o anorexia.
Ni un extremos, ni el otro es bueno, la balanza debe ser equilibrada en todo lo que realmente el ser humano hace a diario. Así, muchos ejemplos que pueden ser infinitos existentes en el planeta tierra. Eso también pasa en la familia y nosotros como: “Padres de esta generación” como el tema de este articulo.
Nosotros, somos las primeras generaciones de padres decididos a no repetir con los hijos los errores de nuestros progenitores (muchos lamentándolo mucho repiten los errores de sus padres).
Y en el esfuerzo de abolir los abusos del pasado, somos los padres más dedicados y comprensivos pero a la vez, los más débiles e inseguros que ha dado la historia. Lo grave es que estamos lidiando con unos niños más "igualados", beligerantes y poderosos que nunca (existen caso de madres o padres parcializado por un hijo en especial).
Parece que en nuestro intento por ser los padres que quisimos tener, pasamos de un extremo al otro.
Así, somos la última generación de hijos que obedecieron a sus padres y la primera generación de padres que obedecen a sus hijos.
Somos los últimos que le tuvimos miedo a los padres y los primeros que les tememos a los hijos. Los últimos que crecimos bajo el mando de los padres y los primeros que vivimos bajo el yugo de los hijos (es mi forma de ver diferentes situaciones).
Lo que es peor, los últimos que respetamos a nuestros padres, y los primeros que aceptamos que nuestros hijos nos falten al respeto.
En la medida que el permisivismo reemplazó al autoritarismo, los términos de las relaciones familiares han cambiado en forma radical, para bien y para mal.
En efecto, antes se consideraban buenos padres a aquellos cuyos hijos se comportaban bien, obedecían sus órdenes y los trataban con el debido respeto. Y buenos hijos a los niños que eran formales y veneraban a sus padres.
Pero en la medida en que las fronteras jerárquicas entre nosotros y nuestros niños se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquellos que logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los hijos quienes ahora esperan respeto de sus padres, entendiendo por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias y su forma de actuar y de vivir. Y que además les patrocinen lo que necesitan para tal fin.
Como quien dice, los roles se invirtieron y ahora son los papás quienes tienen que complacer a sus hijos para ganárselos y no a la inversa, como en el pasado.
Esto explica el esfuerzo que hacen hoy tantos papás y mamás por ser los mejores amigos y parecerles "a todo dar y panitas" a sus hijos, sino, eres un “chimbo, analógico y sin color” delante a sus amistades (muchas señoras se colocan un piercing en la nariz para estar a la moda que su hijo (a) le impone, a pesar de su edad).
Se ha dicho que los extremos se tocan. Y si el autoritarismo del pasado llenó a los hijos de temor hacia sus padres, la debilidad del presente los llena de miedo y menosprecio al vernos tan débiles y perdidos como ellos.
Los hijos necesitan percibir que durante la niñez estamos a la cabeza de sus vidas como líderes capaces de sujetarlos cuando no se pueden contener y de guiarlos mientras no saben para dónde van. Si bien el autoritarismo aplasta, el permisivismo ahoga.
Sólo una actitud firme y respetuosa les permitirá confiar en nuestra idoneidad para gobernar sus vidas mientras sean menores, porque vamos adelante liderándolos y no atrás cargándolos y rendidos a su voluntad.
Es así como evitaremos que las nuevas generaciones se ahoguen en el descontrol y hastío en el que se está hundiendo una sociedad que parece ir a la deriva, sin parámetros ni destino.
Los límites ubican al individuo, los extremos no se pueden tocar. .……….. Date pues…… ¡ por ahí nos vemos…!....Digo.-
(*) Licenciado en Comunicación Social
Mención Desarrollo Social
Director emisora Océano 91.1 fm
E-mail: marval_29@hotmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario